Oracion del dia 20 Septiembre del 2024
Oracion del dia 20 Septiembre del 2024
Y aún, oh amado Jesús, mientras continúas colgado del madero, tus labios, agrietados por la sed y la fatiga, pronunciaron palabras que estremecen los corazones, cuando dijiste: "Dios mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?", revelando no una desesperación sin esperanza, sino el misterio de la unión perfecta entre lo divino y lo humano, una agonía que en tu carne asumiste no solo por aquellos que en ese momento estaban presentes,
sino por cada alma que en el transcurso de los siglos caminaría por el valle de lágrimas, llevándonos a contemplar el abismo de nuestra fragilidad y la profundidad insondable de tu amor incondicional,
que no conoce límite alguno, ni siquiera en el tormento del dolor físico, ni en el desamparo emocional, ni en la soledad más absoluta, sino que nos recuerda que en ti, oh Cristo crucificado, está la victoria final sobre la muerte y el pecado, porque en tu sacrificio has reconciliado los cielos y la tierra,
fundiendo el amor de Dios con la miseria humana, trayendo redención incluso a aquellos que se consideraban indignos, transformando sus corazones de piedra en corazones de carne capaces de latir nuevamente con vida, fe y esperanza.
Tú que, en tu última exhalación, entregaste tu espíritu al Padre con las palabras: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu", enseñándonos la perfecta entrega, la confianza sin reservas en la voluntad divina, aun cuando los caminos del sufrimiento parecen incomprensibles,
oh Salvador nuestro, que en ese momento final sellaste con tu muerte el nuevo pacto, no escrito con tinta, sino con la sangre de tu corazón, un pacto de amor que invita a todos los hombres y mujeres, sin distinción de raza, nación o condición, a entrar en la comunión contigo,
a vivir bajo la ley del amor, un amor que se expresa en el perdón, en la misericordia, en el servicio desinteresado, y en la renuncia a sí mismo por el bien de los demás, y que por medio de tu cruz, esa cruz que fue instrumento de tortura, has hecho un puente hacia la vida eterna,
una escalera hacia el cielo, donde nos esperas, oh buen Pastor, con los brazos abiertos, aquellos mismos brazos que fueron extendidos sobre la cruz para abrazar al mundo entero y atraer hacia ti a todos los que buscan la paz, el consuelo y la verdadera libertad del espíritu.
Y así, mientras contemplamos tu cuerpo, ya inmóvil, pendiendo de la cruz, recordamos que no fue la muerte lo que tuvo la última palabra, sino que tres días después, con el poder del Espíritu Santo, te levantaste victorioso del sepulcro, venciendo no solo tu propia muerte,
sino también la nuestra, dándonos una esperanza que trasciende este mundo, una certeza de que, al igual que tú, nosotros también resucitaremos si hemos vivido en ti, si hemos llevado nuestra cruz con paciencia,
si hemos amado como tú nos has amado, y si hemos perdonado como tú nos has perdonado, porque en la cruz y en la tumba vacía descubrimos el mensaje final de tu misión: que la vida en ti es eterna, que el amor es más fuerte que la muerte, y que en tu sacrificio encontramos no solo redención,
sino el ejemplo supremo de cómo vivir, entregando todo de nosotros por amor a Dios y al prójimo, y esperando con fe el día en que, después de haber recorrido nuestro propio camino de sufrimiento y cruz, seremos recibidos en el reino glorioso donde tú, Cordero inmolado, reinas para siempre,
junto al Padre y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
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